A diez años de la publicación de Hacia la insurrección más queer, la Mary Nardini Gang nos ofrece estas reflexiones de lectura imprescindible para muchas.
Hace diez años se apoderó de nosotres un espíritu de frenesí y, en un estado similar al trance, recibimos una lista de diez armas para una guerra frente a la que sólo estábamos buscando las palabras para describirla. Éramos un contubernio de adolescentes huidos de casa, zascandiles, lo que Genet llamó delincuentes juveniles, viniendo ex nihilo, de la nada y sin nada salvo les unes a les otras. Sentíamos todo el orden social como algo hostil a la libertad, al deseo y a nuestras inclinaciones sexuales, pero sospechábamos que no estábamos a solas en nuestro desprecio visceral por este mundo. Así que codificamos esas herramientas –visiones desde el exceso y la otredad– en un pequeño fanzine y lo enviamos a los confines del planeta. Durante una década hemos seguido su curso, a lo largo de fronteras lingüísticas y militarizadas, para encontrar camaradas (en un sentido inalienable, como añadía Chris Chitty, de las implicaciones homoeróticas originales de la palabra) que recibieron esta similar transmisión: la insurrección queer.